Villalcampo/Muelas
M. Paz Gómez
Un temblor de magnitud
3.1 en la escala de Richter sacudió ayer la tierra en
las zonas de Villalcampo y Muelas del Pan y volvió a
sembrar la incertidumbre entre sus vecinos siete meses
después de que lo hiciese el último seismo. No hubo
víctimas, ni heridos; ni siquiera daños materiales, pero
la mayor parte del vecindario de ambas localidades
despertó ayer sobresaltado.
Eran las 10.30 de la
mañana —las 9.30 del tiempo universal que registra el
Instituto Geográfico Nacional— cuando la tierra comenzó
a moverse bajo los pies de los vecinos de Villalcampo y
Muelas, la misma hora en la que los sismógrafos
empezaban a moverse en Madrid. El seismo, cuyo epicentro
se localizó al este de Villalcampo —41.53 grados de
latitud Norte y 6.02 grados de longitud Oeste—, se dejó
sentir con una intensidad similar a la del paso de un
camión, pero en este caso las vibraciones no procedían
del exterior de las viviendas, sino de las entrañas de
la tierra.
A Teresa Domínguez,
vecina de Villalcampo, el terremoto la sorprendió con
los preparativos prematuros de la comida. «Primero sentí
un ruido y luego empezó a temblar el suelo, debajo de
los pies», confesaba. El primer sentimiento fue de temor
y rápidamente le vinieron a la mente los recuerdos de
otros seismos, años atrás, cuando a unos pocos metros de
su vivienda, las rocas llegaron a romperse. «Me acordé
rápido de aquello, rápido. Esta vez ha sido menos, pero
no gusta nada porque te da miedo. Luego ves que no ha
pasado nada, que no se cayó nada y que todo estaba en
orden, y ya te tranquilizas un poco», afirmó.
Un movimiento sísmico
«pequeño» al que pueden seguir algunas réplicas
El movimiento sísmico
registrado ayer en Villalcampo y Muelas del Pan era
catalogado por el Instituto Geográfico Nacional como
«pequeño», aunque se advertía que en las próximas horas
podrían registrarse nuevos seismos de igual o menor
intensidad que el primero. Sin embargo, todo parece
indicar que en ningún caso existiría peligro para la
integridad de los edificios ni para las personas.
Benito Bravo, experto
de la Red Sísmica Nacional, reconocía ayer a la agencia
Efe las dificultades para conocer el origen del
terremoto, ya que se produjo en una zona alejada de
placas tectónicas, por lo que podría achacarse a que
Villalcampo y Muelas se encuentren en una «zona de
debilidad» en la que puedan haberse sentido los efectos
de un movimiento muy profundo y más lejano. No obstante,
aseguró comprender el temor de los vecinos por el
suceso, puesto que se trata de una zona en la que los
seismos no son frecuentes y, a pesar de que su
intensidad ha sido baja, sorprendió a un vecindario poco
habituado a sobresaltos de esta naturaleza.
Sin embargo, en la zona
recuerdan aún con nitidez el último terremoto que
sacudió Muelas, Ricobayo y Villalcampo el pasado 21 de
mayo, con una magnitud de 3.3, un poco más elevada que
el de ayer.
Los animales
domésticos, los primeros en detectar el temblor
Los animales domésticos
fueron los primeros en detectar el temblor y su
nerviosismo sirvió de aviso a los más madrugadores,
aunque pocos podían prever que los maullidos de los
gatos y los ladridos de los perros se debían al anuncio
de un terremoto inminente.
A un vecino de Muelas
el terremoto le encontró levantándose de la cama y pudo
comprobar como, al mismo tiempo que la tierra temblaba
bajo sus pies, el espejo del dormitorio se movía, aunque
en esta ocasión la percepción del seismo fue menor que
la del ocurrido a finales de mayo.
A quien sorprendió el
movimiento tanto o más que el anterior fue a una vecina
de Villalcampo, que describía el sonido que precedió al
seismo como similar a la explosión de un cartucho de
dinamita. «Fue un ruido muy fuerte, casi como si hubiese
caído una bomba y luego vino el temblor», apuntaba.
Después de asimilar lo ocurrido y de despertar a su
hija, que se encontraba durmiendo, para contárselo, su
vida recuperó el ritmo normal.
Fue una sola sacudida,
pero los vecinos de Villalcampo y Muelas se reunían
después en corrillos para comentar a lo largo del día
sus experiencias y celebrar que el último terremoto,
igual que el del mes de mayo, pasó sin lamentar
desgracias. Sólo un susto.